Los mitos cosmogónicos siempre relatan los orígenes de la vida, de los elementos naturales, y su recreación permanente asegura el tiempo primordial necesario para la preservación de la vida, de la especie, del mundo. Pero también regenera el tiempo, lo purifica. Y por extraño que nos parezca a nosotros y nosotras, hombres y mujeres de los siglos XX y XXI, cuando hemos logrado llegar a la luna, cuando estamos conectados a los más lejanos y disímiles lugares del planeta vía satelital, cuando el computador e Internet juegan un papel decisivo en nuestras vidas, cuando diariamente nos paramos frente a un público de estudiantes para reflexionar con ellos o para contribuir en algo a su proceso de formación, nosotros aún seguimos ligados a esa regeneración del tiempo; y es más la conmemoramos todos los años con la llegada del año nuevo. Y de una u otra forma la recordamos a diario cuando utilizamos la palabra cronología. Y es que no se debe olvidar que Cronos es el dios del tiempo. El mito cosmogónico está íntimamente ligado al tiempo circular o tiempo sagrado o tiempo primigenio; es decir al tiempo de los dioses. Los mitos son entonces las primeras expresiones literarias producidas por la especie humana. Los mitos pronto dan origen a las leyendas y cuentos. Pero, ¿Cuál es la diferencia entre estos tres géneros.
Alejandría tuvo un papel destacado en todo lo concerniente al cultivo de las artes y las letras y a su difusión. Para ello contaba con el Museo y la Biblioteca, ésta última tenía alrededor de un millón de manuscritos que luego desaparecerían en un cruento incendio. Pero no solo en la ciudad de Alejandría se podía encontrar un centro del conocimiento y del saber como era la Biblioteca, también había una en la hermosa ciudad de Efesos (situada en lo que hoy en día conocemos como Turquía).
Apolonio de Rodas: Este gran erudito ha ido a las fuentes de la literatura para conocerlas y saborearlas. Homero era el portavoz de la conciencia de su pueblo, los mitos y leyendas los había escuchado desde siempre y él los canta a su vez. Apolonio de Rodas, es un lector consumado. Su sapiencia proviene de los libros, y en su obra esta característica aparece frecuentemente por las etimologías y descripciones librescas que utiliza permanentemente. En su extenso poema Los Argonautas, desarrolla su gran capacidad lírica e incluso su percepción psicológica.
El Imperio Romano avasallaría las civilizaciones circundantes: Grecia y Egipto. No obstante supo entender la gran importancia de estos pueblos. Especialmente el griego, por lo que habría de emularlo en todas sus actividades culturales, incluyendo las religiosas. Roma no fue vencedor sino el vencido, culturalmente hablando. El pueblo latino es un pueblo a todas luces helenizado. Sus autores imitan a los autores griegos, sus escultores imitan a los escultores griegos. Sólo en la pintura y en la arquitectura (de tipo monumental, la cual expresaría sus ansias de dominio y poder absoluto) habrían de ser completamente originales, y por supuesto en la creación del Derecho Romano.
Pero su gran aporte a la literatura se encuentra en La Eneida, con la cual se vincula a la tradición homérica. En este extenso poema habla del personaje mítico Eneas y del pasado mitológico latino. Esta epopeya muestra a una Roma poética y trascendental, donde su magnífico pasado se une al presente y al futuro.
Para el año 313 de nuestra era, el cristianismo ya se había afianzado definitivamente en el pueblo. Constantino lo reconoce oficialmente por Decreto convirtiéndose en la religión oficial del Imperio. Esto suponía un cambio radical en el pensamiento religioso, puesto que hasta ese momento la única religión monoteísta había sido la hebrea. Las religiones antiguas pasan a ser consideradas creencias paganas, pero el latín sería durante muchos siglos la lengua culta. Es decir el latín serviría como vehículo de comunicación entre los pueblos, pero sobre todo sería la lengua que los eruditos emplearían para discernir y escribir; lo cual sería fundamental para la propagación del cristianismo. Las letras van a servir como medio para dar a conocer El Nuevo Testamento, inicialmente escrito en su totalidad en griego, a excepción del Evangelio de San Mateo, cuyo original había sido escrito en arameo, habiéndose perdido posteriormente.
En la Alta Edad Media suceden dos acontecimientos que van a ser definitivos en los siglos venideros. El papel de los monasterios, especialmente los irlandeses, y la política educativa que impone Carlomagno. Los monasterios habían jugado un rol preponderante en la trascripción y traducción de textos antiguos y en el establecimiento de bibliotecas; ya que las bibliotecas antiguas como la de Alejandría y la de Efesos habían desaparecido. Pero sobre este tema hablaré más adelante.
Como se ha visto la literatura ha sido desde sus orígenes un medio de pensamiento, de reflexión, una forma de responder a innumerables preguntas en torno al ser humano, a su entorno… y es además, el origen del pensamiento religioso de todas las culturas y pueblos. Yo diría que la literatura, aún sin proponérselo, siempre ha indagado sobre lo que no conoce y sobre lo que conoce. Es decir siempre ha sido una herramienta científica en cuanto al proceso cognitivo se refiere.
Al fragmentarse el latín en las diversas provincias del imperio,fué dado lugar a las distintas lenguas romanicas,romances, o neolatinas.
En la Península Ibérica surgieron las siguientes lenguas: gallego-portugués, leonés, castellano,navarro, aragonés , y catalán .
El primer texto que aparece escrito en formas románicas españolas es una oración de un manuscrito de San Millá de la Cogolla del siglo X, y dice así :
"Como ayutorio de nuestro dueño dueño Christo,dueño Salbatore,qual dueño yet ena honorea qual dueño tienet ela mandatione cono Patre ,cono Spiritu Sancto,enos siéculos de lossiéculos. Fácanos Deus omnipotes tal serbicio fere que denante ela sua face gaudiosos seyamus"
Durante los siglos XII y XIII se puede distinguir dentro de la poesía medieval dos escuelas o mésteres, una propia de los juglares,y otrade los clérigos llamadas respectivamente méster de juglaría y méster de clerecía.
En ésta última están encuadrados todos los autores que durante este tiempo compusieron poemas en "cuaderna vía"
El primer poeta de ésta escuela fué Gonzalo de Berceo y el último, el Canciller de Ayala
Obras de esta escuela ,y de autor desconocido son: Libro de Alexandre,sobre Alejandro Magno , Libro de Apolonio,Poema de Fernán González
El méster de juglaría se caracteriza por el empleo de versos irregulares y por cultivar los géneros lírico y épico, para deleitar al público que se reunía en las plazas públicas ,y en los patios y salones de los castillos, para escuchar a los juglares
Durante este siglo ,hasta el reinado de los Reyes Católicos (1.475-1516) , España estaba dividida en tres grandes reinos :
El de Navarra, enzarzado en luchas internas entre Agramonteses y Beamonteses .
El de Castilla , gobernado por Juan II, primero , y por Enrique IV después.
Y el de Aragón, gobernado por Alfonso V .
Debido a las relaciones políticas y culturales con Italia, nuestra literatura se vió influida por los humanistas y por las tres grandes figuras del "Trecento" Dante, Petrarca , y Boccacio .
Fué el primer paso de un movimiento que llegaría a su plenitud en el siglo siguiente .
Menendez Pidal llamó a este movimiento "Pórtico del Renacimiento"
Los Reyes Católicos dieron un granimpulso a las ciencias y a las artes.Trajeron a la Corte a importantes humanistas como: Lucio Marineo, Martir de Anglería ...
Antonio de Nebrija escribió la primeragramática española .
En poesía destacan : Fray Iñigo López de Mendoza que escribió Vita Christi , Juan de Padilla, Fray Ambrosio Montesino.
En prosa , a finales del siglo XV se imprimió la obra La tragicomedia de Calixto y Melibea conocida también como La Celestina .
El período histórico que sucede a la Edad Media en Europa es conocido como el Renacimiento ,comprende todo el siglo XVI aunque sus precedentes se encuentran en los siglos XIV y XV y sus influencias se dejan notar en el XVII .
Se inició en Italia y se extendió por toda Europa favorecido por el invento de la imprenta .
Los escritores del renacimiento adoptaron como modelos que debían ser imitados a los escritores de la antiguedad clásica ,y a los grandes italianos del siglo XIV Dante, Petrarca, y Boccacio .Este movimiento fue influido por los humanistas que estudiaron la cultura de Grecia y Roma , entre los que destacan Erasmo de Rotterdam, Antonio de Nebrija y Juan Luis Vives.
El siglo XVII es el más importante de la literatura española.
Durante este siglo se desarrolló el barroco, un fenómeno cultural que invadió el campo de las artes . Ya a finales del siglo XVI comienza a observarse un cambio en las formas sencillas del Renacimiento.
Este nuevo movimiento se caracteriza por seguir las siguientes tendencias : estoicismo, esteticismo, moralicación, y sátira .
Unos escritores tienen un sentido pesimista, y sus obras tratan sobre la vanidad y lo transitorio de las glorias humanas .Otros como Góngora ,dan mucha importancia a las formas artísticas; y también se cultiva la crítica (Quevedo), proponiendo modelos de conducta.
Los los escritores barrocos, que recargan el estilo para conseguir mayor belleza o significación, siguen dos movimientos diferentes: culteranismo y conceptismo.
Los escritores culteranos dan importancia preferentemente a la forma,utilizan con profusión metáforas y cultismos,abusan del hipérbaton y utilizan sólo el verso .
Los conceptistas ponen más énfasis en el fondo, en el significado de las palabras, estas pueden significar varias cosas a la vez. Se utilizó en el verso y en la prosa.
Los máximos representantes de éstos movimientos culturales son: Don Luis de Góngora y Argote, y Francisco de Quevedo
Dos figuras destacan sobre los demás:
Lope de Vega y Calderón de la Barca .
El primero,de un carácter abierto y vital, fué terriblemente prolífico. Escribió unas 1.500 comedias de las que se conservan la tercera parte. Sus obras abarcan muchos temas y la influencia del barroco es notoria.
El movimiento Barroco continuó vigentehasta la primera mitad del siglo XVIII , pero las clases cultas sentían ya un rechazo hacia este estilo ya degenerado, y adoptan formas francesas e italianas .
Este nuevo estilo se caracteriza por la sujección a unas normas basadas en Aristóteles y Horacio, que en el teatro obligaban:
a la adopción de la regla de las tres unidades , espacio ,tiempo, y lugar ( la acción debe desarrollarse en un solo día,en un sólo lugar,en un único escenario)
a la eliminación de lo imaginativo y misterioso -
y a la separación de lo cómico y lo trágico
Durante el primer tercio de este siglo siguen vigentes las ideas neoclásicas .
La primera vez que aparece la palabra "romántico" es en el periódico madrileño "Crónica Científica y Literaria" el 26 de Junio de 1.818 . El editor de este periódico, José Joaquín de Mora tuvo una polémica con Juan Nicolás Böhl de Faber ; éste intenta asociar el cristianismo con el romanticismo , mantenía que este movimiento se había dado ya en la Edad Media , y el Neoclasicismo era una interrupción de esa corriente de lacultura.
Alcalá Galiano sostenía que el romanticismo en esta época tenía características propias y sus modelos
no son Calderón y Shakespeare, sino Walter Scott , Chateaubriand , etc.
A partir de 1.850 se inicia el realismo y en el último tercio de siglo éste se intensifica dando lugar al Naturalismo.
SIGLO XX
En este siglo se produce una nueva edad de oro de las letras españolas . Principalmente debido a tres
generaciones de escritores :
La Generacíón de 98 , influida en sus orígenes por el modernismo de Rubén Darío, los Escritores
Novecentistas cuyo autor más destacado es el filósofo Ortega y Gasset , y la Generación del 27 que tiene
su modelo en Juan Ramón Jiménez.
Se llama modernismo al movimiento poético introducido por Rubén Darío , a su vez influenciado por los
simbolistas franceses ,Verlaine , Mallarmé ....
Rubén Darío llegó a España como delegado americano en la fiesta del centenario colombiano.Para
entonces ya había alcanzado el éxito con su librode poemas Azul.Después residió en París,donde recibió la
influencia de los escritores simbolistas ,adaptando sus formas al castellano. Allí escribió sus :
ProsasProfanas. A su regreso a España en 1.999 era ya considerado un maestro por los jóvenes
escritores españoles, que sentían mágica la sonoridad de sus versos .
En esta fecha se produce el desastre militar de Cavite y de Santiago de Cuba y se firma el tratado de
París por el que España pierde sus últimas colonias .
Este sería el hecho generacional que unió a una serie de escritores preocupados por la decadencia de
España .
El núcleo de escritores que la integraban estaba constituido por : Azorín , Baroja , Unamuno ,
AntonioMachado, y Maeztu. También se puede citar a Valle Inclán y Jacinto Benavente .
Hacia 1.910 surge un nuevo grupo de escritores con nuevas ideas respecto a los anteriores :
Adoptan una actitud más serena, menos pesimista y crítica .
En la poesía ,la forma se depura, se desprende de la retórica para dar lugar a creaciones intimistas y
emotivas .
Destacan pensadores y ensayistas en todos los campos, historia, filosofía, medicina, filología ...
Los principales autores de este grupo son: Don José Ortega y Gasset, Eugenio d´Ors, Perez de Ayala,
Gabriel Miró ,Ramón Gómez de la Serna ,Concha Espina .
Este año se celebró el centenario de Gongora. El hecho generacional sería la defensa que hicieron del
poeta cordobés, proscrito por los críticos del diecinueve.
Los escritores que la integran son:
Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego , Jorge Gillén,Dámaso Alonso,Miguel Hernandez .
Casi todos tienen la misma edad y una formación similar
LA CULTURA EUROPEA
La utilización del término Renacimiento para designar al primer movimiento estético y cultural de la
Etapa Clásica de la cultura europea se halla estrechamente relacionada con la configuración del concepto
de Edad Media para referirse a la época anterior.
Varios son los prejuicios que sostienen este planteamiento histórico, insuficiente para entender en
profundidad la explosión cultural europea del siglo XVI. El primero y fundamental, por su voluntarismo y su
falsedad, es que el Renacimiento se constituyera esencialmente como un renacimiento de la Edad
Antigua.
En lo que a
la lírica respecta, por ejemplo, por más que los grandes poetas renacentistas de toda Europa invocaran
precedentes clásicos, escribían sus sonetos de acuerdo con los modelos de Dante y de Petrarca, mucho
más cercanos a los poetas provenzales del siglo XIII que a su adorado Virgilio.
800 la sociedad europea no tenía capacidad todavía para consolidar una imagen de sí misma a la altura del
modelo al que aspiraba. Esta posibilidad solo se presentó cuando, en el siglo XVI, el desarrollo del mundo
occidental permitió que ese espejo en el que Europa se había mirado una y otra vez durante casi 1000
años pudiese devolver una imagen completa y lo suficientemente poderosa como para dar forma a un
modelo clásico para nuestra cultura.
Esta idea, que en principio tuvo que ver, sobre todo, con una reflexión desesperanzada
surgida en la península itálica en relación con su propia historia, llegó a generalizarse por todo el
continente y a triunfar como modelo interpretativo.
Por eso fue en el siglo XVI cuando tales formas
culturales italianas triunfaron por todo el continente y por eso su difusión fue siguiendo el camino que
siguió la creación de las grandes potencias europeas: primero España, que dominaba Italia, y Portugal,
después Francia, también muy vinculada con Italia, luego Inglaterra y solo más tarde, ya por ósmosis
cultural, el Imperio Germánico y los países nórdicos y eslavos.
El Barroco, pues, responde a la evolución
natural de la estética renacentista previa, pero también a la deriva del gusto artístico hacia otros modelos
grecorromanos que, a su vez, habían respondido, en su momento, a esa misma evolución natural de la
que venimos hablando.
Se tiende a insistir en el hecho de que el Barroco es una
estética esencialmente católica y que, por lo tanto, su desarrollo es el mejor síntoma de esa fractura. Sin
embargo, aunque es cierto que la desnudez artística de las iglesias reformadas contrasta llamativamente
con la profusión decorativa de las católicas, la separación no parece tan radical en otros campos.
Los orígenes del estilo neoclásico se hallan en la Francia de la segunda mitad del siglo XVII y tienen
estrecha relación con el ascenso de esta nación como potencia hegemónica en el continente. De hecho,
podríamos definir el Neoclasicismo, al menos en sus orígenes, como la reinterpretación francesa de los
fundamentos estéticos del Renacimiento italiano.
En este sentido, el Neoclasicismo es, por supuesto, una reacción frente al Barroco imperante en la
primera mitad del siglo XVII, y, como sucede de forma cíclica en la historia de la cultura europea, esa
reacción tiene lugar en una región, Francia, que se había incorporado de forma tardía y superficial a ese
movimiento cultural anterior pero que precisamente a partir de ese momento se va a imponer con rapidez
en el contexto político europeo a las potencias hegemónicas anteriores, sobre todo España, y va a tener
capacidad, por lo tanto, para crear y divulgar un nuevo modelo estético.
El Romanticismo se manifiesta en la cultura europea como una reacción a las tendencias uniformizadoras
de la cultura afrancesada del siglo XVIII, basadas en el predominio de la Razón. Se origina, por lo tanto, en
ámbitos alejados de los núcleos más desarrollados de la cultura ilustrada y su triunfo solo tiene lugar ya a
finales del Siglo de las Luces, tras la desaparición de estos modelos imperantes anteriores.
Históricamente, el Romanticismo ha sido un movimiento cultural de una importancia enorme por tres
causas. En primer lugar, por la profunda ruptura que llegó a suponer en relación con el pasado
inmediatamente anterior; en segundo, por la perfecta conjunción que mantuvo con los cambios políticos y
sociales de su época, en lo cual admite una comparación directa con el Renacimiento del siglo XVI; por
último, por su prolongada extensión en el tiempo.
El Realismo surgió en la cultura europea hacia 1830, en el ámbito genérico de la narración en prosa,
como una forma de dejar constancia literaria de los cambios sociales provocados por la revolución
francesa y la revolución industrial. Por ello encontramos a los primeros autores de relevancia en las dos
zonas más afectadas por estos cambios, Gran Bretaña y Francia. En el primer caso, que cuenta con uno
de los más influyentes novelistas del Realismo europeo, Charles Dickens, hay varias cuestiones a tener en
cuenta.
Ni el Parnasianismo ni
el Simbolismo son de raíz realista; en realidad, ni siquiera los poemas de Las flores del mal, pese a reflejar
determinados aspectos muy reales de la sociedad parisina de mediados del siglo, pueden ser considerados
una versión lírica de los modelos narrativos realistas. Incluso fuera de la literatura, el realismo pictórico o
escultórico tuvieron una vigencia muy corta y limitada, que no llegó a influir en el desarrollo general de las
artes europeas que lleva del Romanticismo al Modernismo.
El Realismo sería una reacción al
subjetivismo romántico y el Simbolismo, al prosaísmo realista. La secuencia resulta cómoda y clara pero
plantea muchos problemas. No explica las similitudes ya mencionadas entre las corrientes artísticas de
principio y final del XIX pero, sobre todo, soslaya la excepcionalidad de que el Realismo sea un movimiento
artístico más limitado que cualquier otro de los que establece la periodización clásica.
Europa respecta, los elementos característicos del Simbolismo comenzaron a
difundirse, sobre todo a finales del siglo XIX de diferentes formas: el teatro simbolista del último Strindberg
o de Maeterlinck, la lírica espiritualista del primer Yeats, la prosa decadentista de d´Annunzio, el propio
naturalismo radical de Hamsun y, sobre todo, la narrativa centroeuropea de Hoffmansthal o Schnitzler
plantean propuestas estéticas similares: en todos los casos se llevan a sus últimas posibilidades las
tendencias irracionalistas e individualistas del Romanticismo sin llegar a romper los fundamentos tácitos
de la milenaria cultura europea.
Vanguardias, en relación con esta evolución política de Europa en las primeras
décadas del siglo XX, fue que, mientras que los imperios que se enfrentaron en la I Guerra Mundial
pretendían con sus políticas mantener y ampliar su hegemonía mundial y fueron sus propias ceguera y
estupidez lo que los llevó a la ruina, las Vanguardias surgieron desde el primer momento con la voluntad
expresa de destruir todo el sistema cultural imperante en Europa y toda la tradición que, a lo largo de más
de mil años había conducido a ese estado de cosas.
La revolución vanguardista tuvo un efecto especialmente devastador en Europa precisamente por su
coincidencia con la I Guerra Mundial, de la que nadie esperaba las funestas consecuencias que iba a
depararles a todos los imperios que la provocaron. Por ello, inmediatamente después de la guerra, en los
años 20, además de algunas vanguardias, como el Surrealismo o el Expresionismo, que podríamos
considerar estabilizadas, puede detectarse en buena parte de los artistas europeos una voluntad de
regresar a cierto tipo de clasicismo.
La I Guerra Mundial tiene una especial importancia en este proceso al dejar en evidencia la
degeneración moral e intelectual a la que habían conducido los movimientos imperialistas de tipo
capitalista propios del siglo XIX.
Por
otra parte, la incapacidad de la URSS para imponer su modelo social, en la medida en que se trataba de un
modelo propio del pensamiento europeo del siglo XIX, no ha resultado menos ajena a la caída de Europa de
lo que lo fue en su día el fracaso del fascismo, otro modelo cultural también específicamente europeo.
En general, han sido movimientos
literarios extraeuropeos, sobre todo norteamericanos como la literatura Beat e incluso sudamericanos,
como el Boom, los que se han impuesto en la trayectoria de la cultura actual. Mientras tanto, algunas
corrientes europeas de carácter regional, como la nouvelle roman francesa, han demostrado con su
inanidad el profundo abismo en el que se ha ido hundiendo nuestra cultura.
La desaparición del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, a pesar de ser la causa inmediata del
inmenso vacío que está en el origen de Europa como entidad cultural claramente diferenciada, no fue un
acontecimiento puntual, por lo que la transición del mundo grecorromano al europeo ha de entenderse
como un largo proceso en el que la fecha de 476 solo tiene valor simbólico.
De ahí la importancia trascendental de la coronación imperial de Carlomagno el año 800. Al margen de
consideraciones particulares de la monarquía franca, esa coronación va a ser el hito fundamental del
primero de los repetidos intentos de reconstrucción interesada de un ficticio pasado grecolatino que han
ido jalonando la historia milenaria de Europa.
La denominación de “constituyente” hace referencia al hecho de que durante esos aproximadamente
cinco siglos de historia común los europeos fueron dotándose de una completa y compleja red de
instituciones sociales y estructuras culturales compartidas que los hacía sentirse miembros de una
misma comunidad y les permitía diferenciarse con nitidez de otros pueblos que no pertenecían a ella.
En relación con el modelo de estructuras reticulares dependientes de la Iglesia de Roma y la influencia
de los poderes políticos regionales en competencia con el Imperio propios de esta época citaremos la
configuración y difusión del estilo gótico, el mantenimiento del latín como lengua común de cultura y la
creación de las universidades.
En los siglos XII y XIII la poesía provenzal se impuso como modelo lírico
no solo en los territorios de las coronas de Castilla y de Aragón sino también entre los poetas francos en
lengua de oïl y hasta en la lírica germana de los minnesänger. A su vez, la novela en verso desarrollada
en la zona anglonormanda a partir de los temas del ciclo bretón se extiendió por todo el reino de Francia y
por las tierras del Imperio.
En este sentido, como suele ocurrir en los procesos históricos, el mundo de las ideas y de las artes
presentó de forma adelantada e incluso visionaria los cambios que iban a sobrevenir en la sociedad
europea a partir del siglo XV.
En toda Europa se mantuvo durante todo este periodo, como marco cultural de referencia, una Edad
Antigua idealizada que los artistas europeos nunca dejaron de intentar recuperar, adaptada a sus
intereses.
Desde el punto de vista intelectual, su amplia difusión estuvo
vinculada al éxito del movimiento filosófico de la Ilustración, lo que hizo que su influencia llegara a ámbitos
aún más amplios de la sociedad europea.
La gran trascendencia del nacionalismo en esta Etapa Disolvente de la cultura europea ha tenido que
ver con su interés e incluso obsesión por subrayar los rasgos más particularistas de las diferentes
regiones europeas en detrimento de los elementos comunes y homogeneizadores. En este sentido, el
nacionalismo se aprovechó de una tendencia disgregadora básica en la historia de Europa, la que desde
sus Orígenes había aportado la tradición germánica de los pueblos invasores de los siglos V VI.
Elemento homogeneizador que fue barrido de la cultura europea desde los inicios de la Etapa
Disolvente fue la imagen de la Antigüedad como periodo de referencia. En este caso se trataba, en su
momento, del típico proceso de superación del modelo anterior, el Neoclasicismo, cuya esencia era una
recreación doctrinaria de una muy determinada percepción del mundo grecorromano. Era lógico, por lo
tanto, que el Romanticismo rompiera con las reglas que regían ese modelo.
se extendió a principios del siglo XIX entre intelectuales germanos como Fichte o Herder, sobre todo en las
regiones centroeuropeas más alejadas de los dominios de la Casa de Austria.
El proceso unificador alemán se aceleró a mediados del siglo XIX, bajo la dirección de Prusia, y todos los
territorios de habla alemana de la vertiente atlántica del continente fueron coordinando sus esfuerzos
para llegar a crear una unidad política moderna a la manera, por ejemplo, de Gran Bretaña. El punto de
partida, tan propio del Romanticismo, era el mito de la cultura popular y en relación con ella, la apología de
la lengua común.
Apenas dos décadas
después, el Imperio austriaco había desaparecido, la Transilvania húngara había pasado a formar parte de
Rumanía y al norte del Desfiladero del Borgo, donde Stocker sitúa el castillo del conde, había nacido un
nuevo país, Checoslovaquia, que se alargaba desde la Rutenia subcarpática hasta los Sudetes checos.
Otra de las minorías étnicas más importantes en la nueva Checoslovaquia de los años 20 era la de los
judíos, en su mayoría también de lengua alemana, presentes, sobre todo, en la capital, y dedicados al
comercio local en las zonas más atrasadas de la Eslovaquia rural. Durante dos décadas, el antisemitismo
fue en aumento, lo que llevó a muchos judíos, como el propio Franz Kafka, a plantearse o llevar a cabo su
salida del país. Sin embargo, la limpieza étnica definitiva tuvo lugar durante la II Guerra Mundial.
Finlandia en Europa durante la Edad Media Central es más
complejo de lo que la configuración contemporánea de esta región podría dar a entender. Los fineses se
vieron afectados, a principios del siglo XIII, por un gran movimiento militar europeo que transformó por
completo la morfología política del noreste del continente: las cruzadas bálticas. A mediados del siglo XII, el
Imperio Germánico había visto en el éxito de la Primera Cruzada contra Palestina una excusa excelente
para ampliar sus dominios a costa de los pueblos paganos que habitaban en la costa sur del mar Báltico.
Bajo el dominio ruso, el siglo XIX es, en Finlandia, como en el resto de Europa, el siglo del
nacionalismo. Este movimiento tiene una repercusión especial en el campo de la literatura, sobre todo,
mediante la recopilación de las leyendas tradicionales de la cultura fínica en un idioma local, el finés, que
adquiere un gran desarrollo.
Lo cierto es que esta fase inicial en la que el Imperio Germánico coincidía a grandes rasgos con la propia
Europa duró poco tiempo y a partir del siglo XI, conviene restringir este término a lo que la Historia conoce
como Sacro Imperio Romano-Germánico, en una evolución que llegará hasta las Guerras Napoleónicas y
hasta la creación de Alemania en el siglo XIX.
A partir de ese momento, la literatura del Imperio Germánico avanzó siempre a remolque de los
progresos iniciados en las zonas nucleares italiana y francesa, sin que eso impidiera que todas las
novedades y los movimientos culturales europeos tuvieran su repercusión directa en esa región. De hecho
incluso en determinados casos, como la literatura mística del siglo XV, y la lírica barroca del XVII, los
creadores alemanes figuran a la cabeza de sus movimientos.
En los siglos XII y XIII Nápoles/Sicilia ocupaba reunía los mismos territorios con los que se integrará en
1860 en Italia pero ya en esos dos primeros siglos su historia se desarrolla con dos configuraciones
políticas muy diferentes. El Reino de Sicilia es creado en el año 1130 por el antipapa Anacleto II como un
feudo de la Iglesia a favor de Rogelio de Hauteville, heredero de la familia normanda que había librado de
bizantinos y musulmanes el sur de la peníinsula, desde los Estados Pontificios hasta Sicilia.
De este modo, se logra
a lo largo del siglo XV un gran impulso de los estudios de latín y griego pero también, como consecuencia,
el desarrollo de la literatura en lengua italiana, desde Jacoppo Sannazaro en el siglo XVI a Gianbattista
Marino en el XVII. Incluso buena parte de la mejor lírica castellana tiene relación con Nápoles tanto en el
siglo XV, Cancionero de Estúñiga, como en la primera mitad del XVI, églogas y poemas latinos de Garcilaso.
Países Bajos como una de la
regiones constituyentes de Europa es la creación del título de “Señor de los Países Bajos”, Heer der
Nederlanden, por parte del emperador Carlos V mediante la Pragmática Sanción de 1549, que convertía a
las 17 provincias de la desembocadura del Rin en una entidad unitaria dentro del inmenso conjunto de sus
dominios.
Finales del siglo XVI esta paz de décadas que había permitido el desarrollo de los Países
Bajos toca a su fin por motivos a la vez políticos y religiosos, difíciles de separar. Si durante el reinado del
emperador no parece haber especiales dificultades para mantener un gobierno autónomo bajo el señorío
de Carlos V, la llegada al trono de Felipe II complica las cosas.
Desde finales del siglo IX hasta mediados del siglo XIII la Rus de Kiev dio nombre a una federación de
tribus eslavas orientales que, en su momento de mayor extensión, a mediados del siglo XI, iba desde el
mar Báltico en el norte hasta el mar Negro en el sur, y desde las cabeceras del Vístula en el oeste hasta
las del Volga en el este. Según la tradición, un varego (vikingo de Suecia) llamado Hrörekr (Rúrik, en ruso)
se estableció en la ciudad de Nóvgorod como líder de varias tribus eslavas y finesas hacia 860. La Rus de
Kiev fue fundada por su sucesor, Oleg, hacia 880.
Por otro lado, las cruzadas modificaron a
partir del siglo XI las rutas comerciales europeas reconduciéndolas hacia el Mediterráneo y, en concreto, la
IV cruzada, a principios del siglo XIII, que concluyó con el saqueo de Constantinopla, aceleró el declive de
Kiev. Pero la causa final de su desaparición fueron las continuas incursiones de nómadas túrquicos, sobre
todo los cumanos, que ocuparon en el siglo XI el sur de Ucrania y Besarabia y, finalmente, la fulminante
aparición de los mongoles en la primera mitad del siglo XIII.
Este largo proceso de expansión mediterránea, que se prolongó a lo largo de los siglos XIII a XV, fue
coronado con un éxito absoluto al imponerse no solo al resto de ciudades itálicas con intereses marítimos
como Amalfi, Pisa o Génova, sino también al resto de potencias europeas con intereses comerciales en el
Mediterráneo como Provenza, Aragón o Nápoles.
Las grandes familias que ocupaban los cargos en el Consejo Mayor y, sobre todo, en la Signoria y entre las
que se elegía el Dux –Cornaro, Contarini, Mocenigo, Loredano...- no pretendían anclar sus ancestros en la
nobleza feudal de sus orígenes. Se reconocían como hijos de comerciantes enriquecidos que pretendían
seguir enriqueciéndose para sus hijos.
De ahí que, aunque siempre en retroceso, Venecia pudiera
mantener su sistema político hasta el siglo XVIII e incluso en ese siglo, presentar una vitalidad cultural tan
grande como para producir la renovación pictórica de Tiépolo, el genio musical de Vivaldi o la consagración
literaria de Goldoni.
En un primer momento a los visigodos se les asignó la provincia de Iliria, en el Adriático, para que se
establecieran pero muy poco después, a principios del siglo V, el rey Alarico condujo a su pueblo hasta el
norte de la península itálica y asoló Roma en el 410. Por el contrario, su sucesor, Ataúlfo, no solo dejó de
luchar contra los romanos sino que se casó con Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, y acordó
con este el establecimiento definitivo de los visigodos en la diócesis gala de Aquitania Secunda.
En el mismo
sentido, hacia 654 el rey Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum, una reforma, también en latín, por
supuesto, de las antiguas legislaciones germana y romana para que el uso conjunto de toda la población.
Nos hallamos ya, por lo tanto, ante uno de esos primitivos modelos de amalgama cultural germanolatina
propia de los Orígenes de la cultura europea.
Así, la desvinculación definitiva del Principado de Moscú del imperio
mongol va a traer como consecuencia directa su enfrentamiento cada vez mayor con el resto de los
eslavos no ortodoxos –polacos, ucranianos y bielorrusos- y con otros pueblos europeos como los lituanos
y los suecos.
Este éxito de la producción cultural rusa del siglo XIX corre parejo con su posición central en el
desarrollo político de Europa. La victoria de Rusia en las Guerras Napoleónicas la convirtió en uno de los
árbitros del continente lo cual impulsó tanto su política paneslavista, dirigida contra el Imperio Otomano,
como su expansión colonialista en Asia.
Polonia entra en la historia de Europa en el siglo X como un ducado dentro del Imperio
Germánico, en un proceso similar al de otro estado eslavo, Bohemia. Sin embargo en el caso polaco, la
intervención del Papado, en el contexto de toda una inmensa red clientelar tejida en Europa oriental en el
siglo XI, hace que, como en Hungría o en Escandinavia, la conversión al Cristianismo católico del jefe
político de la zona -el duque Miezsko I en 966- se vea recompensada con el reconocimiento de un nuevo
arzobispado (Gzniezno, 1000) y un nuevo rey (Boleslao I, 1025)
De cualquier modo, el caso polaco revela también que la soberanía estatal no es la única manifestación
política posible de una región europea. La desaparición de Polonia y de Lituania como entidades soberanas
tras los sucesivos repartos de la segunda mitad del siglo XVIII no las hizo desaparecer sino que las
transformó en entidades políticas menores que, subordinadas a otros estados, siguieron manteniendo su
individualidad.
Primera mitad del siglo XI el ducado de Normandía se hallaba ya plenamente europeizado. Los
normandos habían adoptado una variedad de la lengua romance local como forma de comunicación
paralela e incluso sustitutiva de su idioma germánico natal. También habían abandonado su religión
ancestral a favor del catolicismo romano y sus producciones artísticas y culturales –arquitectura,
decoración, literatura...- se desarrollaban de acuerdo con los gustos del resto de las regiones europeas de
su entorno. Sin embargo, desde el punto de vista militar y político, la nobleza normanda había sabido
aprovechar las laxas normas de control feudal para mantener su tradicional autonomía.
En Britania, sin embargo, debido probablemente a su débil y tardía romanización
y, por lo tanto, a la fragilidad o ausencia de estructuras políticas y administrativas previas, los germanos
que ocuparon la isla no fueron capaces de hacer lo mismo. Anglos, jutos y sajones se limitaron a
arrinconar en el oeste a los pueblos celtas que habían sobrevivido a los romanos y a repartirse el
territorio más rico y fértil en diferentes núcleos de poder poco consistentes. Se trata de la época de los
siete reinos, una estructura política caleidoscópica a la que solo de forma retrospectiva y aproximativa se
puede identificar con Inglaterra.
No se trata solo de grandes escritores como Marlowe,
Shakespeare o Jonson, ni de obras inmortales como Fausto, Macbeth o Volpone sino, sobre todo, de la
creación de una poética dramática alternativa al clasicismo, similar, por otra parte, a la que estaba
triunfando en España en esa misma época.
Movimientos de este tipo se dieron tanto en la zona norte del
Imperio, en las costas controladas por las ciudades de la Hansa, como en el extremo occidental, en los
Países Bajos de la desembocadura del Rin y en el norte de la península itálica, en una zona largamente
conflictiva por la interferencia de los intereses del Papado.
Así, en esos momentos, Florencia no puede aspirar a otra cosa que a mantener su mínimo
estatus formal independiente. Esta situación se va a mantener incluso aumentada en el siglo XVIII tras la
marcha de los españoles y la llegada de los austriacos y solo terminará a mediados del XIX cuando los
piamonteses trasladen la capital de su reino, ya italiano, a Florencia en 1865 durante seis años, antes de
instalarla definitivamente en Roma.
Con todo, en aquellos momentos resulta más exacto hablar de Imperio
Español, puesto que aragoneses y castellanos se mueven igualmente por la península itálica, los Países
Bajos y América como extensiones de su región natal, pero lo cierto es que la percepción subjetiva tanto
de sí mismos como de los naturales de esas otras tierras que controlan es la de que ellos son
“españoles”.
Este proceso se desarrolla en campos variados como la pintura
o la escultura, principalmente en la época barroca, pero también y sobre todo en el ámbito de la literatura.
De España va a surgir en esta época una modalidad particular del género dramático, la Comedia española
del Siglo de Oro, que influirá decisivamente en los orígenes del teatro francés y, siglos después, en la
creación del drama romántico.
Durante el siglo XIX España no pasa de ser una más de las naciones menores del continente y como tal,
sus intelectuales y artistas se limitan a seguir la senda cultural que va siendo abierta en otras regiones
europeas como Gran Bretaña y Francia. Esto, por otra parte, permite que, en casos excepcionales, artistas
españoles como Picasso, Dalí o Buñuel participen individualmente, junto con otros artistas europeos, en el
desarrollo de las corrientes artísticas más innovadoras, ya en el siglo XX.
Estructuras similares a la de la Corona de
Aragón podemos encontrarlas entre los siglos XI y XIX en lo que se ha dado en llamar Imperio Angevino, en
el más propiamente dicho Imperio Germánico, en la Unión de Kalmar escandinava o la monarquía dual
polaco-lituana, en el complejo imperio de los Habsburgo austriacos e incluso, en su variedad “republicana”,
en el polimórfico señorío de Venecia o en la aún existente Confederación Helvética.
En los territorios de la Corona, tanto al norte como al sur de los Pirineos, se
originaron y divulgaron de forma natural y en modalidades lingüísticas vernáculas, los temas y formas
poéticas de los trovadores provenzales y desde allí se extendieron por el resto de los reinos cristianos de
la península ibérica.
De hecho, a lo largo del XVIII,
gracias a su expansión hacia el este en el tramo medio del Danubio, la política de Austria había ido
encaminándose hacia una cada vez mayor autonomía del resto del antiguo Imperio.
El Impero austriaco, por más que formalmente se presentase como una diarquía y el propio jefe del
estado fuese el emperador-rey austro-húngaro, estaba, en realidad, organizado en torno al núcleo de
posesiones alemanas de los Habsburgo vieneses que habían encabezado la defensa y reacción frente a
los turcos y que habían intentado durante siglos controlar el Sacro Imperio. Se trataba, pues, de una
sociedad profundamente germánica y bien integrada a finales del siglo XVIII en la cultura europea de la
Ilustración.
Por ello, esas décadas son trascendentales
como época de formación de otros grandes artistas europeos procedentes de todos los rincones del
Imperio, como Egon Schiele, Arnold Schönberg, Franz Kafka, Rainer María Rilke, Alban Berg, Zoltán Kodály o
Béla Bartók, que vieron, al poco de entrar en su madurez, cómo desaparecía para siempre el mundo en el
que se habían formado, arrasado por la hecatombe de la Gran Guerra.
Si Poe había sido a
todos los efectos un escritor europeo que, sin salir de Boston, seguía viviendo en Europa, y en el caso de
Whitman estaríamos ante un escritor plenamente estadounidense, cuya influencia solo llegaría a Europa
muchos años después de su muerte, a Henry James, en cambio, habría que considerarlo un escritor
europeo de origen norteamericano.
Esta centralidad cultural tiene su origen, por supuesto, en la
centralidad geográfica de las diócesis romanas de la Galia una vez que los avatares políticos de los siglos
IV y V redujeron el marco de gestación de Europa a la mitad occidental del Bajo Imperio.
Solamente la creación del Imperio
de Carlomagno en el siglo VIII, en un ámbito político que carece de sentido identificar con Francia, puso las
bases de una organización cultural y administrativa de auténtico calado europeo. Sin embargo, la rápida
fragmentación de ese imperio y el lento asentamiento de un auténtico poder monárquico en el noroeste
de la antigua Galia en competencia con el Emperador, dio lugar a un modelo intelectual europeo
empobrecido al que el minúsculo reino de Francia muy poco tenía que aportar.
Esta centralidad llegó, incluso hasta la I Guerra Mundial y la aparición de las
Vanguardias, cuando, si bien los creadores franceses no ocupan un lugar especialmente destacado, no
cabe duda de que la ciudad de París se convierte en un escenario privilegiado.
Este proceso de cristianización tuvo lugar, además, en unos siglos, V y VI, en los que las
estructuras estatales del Imperio Romano de Occidente se hallaban en descomposición mientras que lo
que más adelante podría llamarse Europa todavía no existía ni siquiera en un estado embrionario.
Irlanda llevada a cabo por Patricio y sus monjes a mediados del siglo V, al
actuar sobre unas comunidades carentes de estructuras sociales equivalentes a las que había creado el
cristianismo imperial en Roma, se convirtió, con el paso de los siglos, en una anomalía histórica en Europa.
Es conocido el problema derivado de los diferentes métodos de fijación de la Pascua, que en Gran Bretaña
se resolvió en el sínodo de Whitby (664) a favor de Roma, pero la originalidad era mucho más profunda y
tenía que ver con un elemento esencial de la cultura tradicional irlandesa, la organización administrativa y
política de la sociedad.
Ni los ingleses se preocupan demasiado
por esa región más allá de The Pale (la Empalizada de Dublín, el territorio real) ni los irlandeses tienen
capacidad para hacerse valer. Solo a partir del siglo XVI, coincidiendo con una mayor presión colonizadora
británica, la supervivencia del cristianismo católico frente a la Inglaterra anglicana y de la lengua gaélica
frente al inglés va a incubar un largo proceso de reunificación cultural.
Durante la Etapa Constituyente medieval, Noruega no solo no formó parte de Europa sino que dio
forma a una de las culturas rivales del núcleo fundacional europeo, la vikinga, desarrollada entre los siglos
VIII y XII por los germanos septentrionales asentados en torno a los estrechos que comunican el mar del
Norte con el mar Báltico, en la península de Jutlandia y el sur de Escandinavia.
Europa no fue significativa puesto que ellos mismos habían
sufrido un proceso de aculturación previo, anterior a sus grandes éxitos políticos y militares en el sur de
Europa. Los guerreros que desde Normandía conquistaron la Inglaterra sajona o la Sicilia musulmana ya
no eran culturalmente vikingos sino europeos de origen escandinavo que, de hecho, utilizaban una lengua
de cultura románica, mantenían obediencia religiosa al obispo de Roma y compartían instituciones políticas
con el resto de los gobernantes de la antigua Galia romana.
Por último, y esto es lo más importante, el
desarrollo del movimiento de recuperación de la cultura nórdica permitió, precisamente, la integración
definitiva de los intelectuales escandinavos en el núcleo de la cultura europea en condiciones de igualdad
con el resto de las regiones del continente, desarrollarse de forma armónica a partir de ahí e incluso
encabezar los nuevos movimientos culturales.
En este contexto, cuando el ideal de la
Cruzada aporta una justificación histórica a la expansión en Al-Ándalus, Enrique de Borgoña encuentra en
los territorios musulmanes situados al sur de su feudo en el Duero, el ámbito ideal para la creación de un
nuevo reino, independizado poco a poco de su núcleo originario, el reino de León, demasiado ocupado en
luchas intestinas para evitarlo.
A lo largo de la Edad Media, Portugal fue capaz no solo de defenderse militar y culturalmente del
imperialismo castellano, desarrollando incluso una lírica culta en su propia lengua romance que sus
vecinos consideraron durante mucho tiempo de mayor prestigio que la suya, sino que sentó las bases de
su propio imperio, gracias al dominio de las rutas atlánticas.
En una segunda línea, como España, Polonia, Austria y tantos otros, Portugal tuvo su
Neoclasicismo, su Romanticismo y su Realismo, sin llegar a hacer nunca ninguna aportación fundamental
al conjunto pero sin quedar tampoco descolgado de su entorno cultural europeo.
El norte de Suecia está
ocupado por Laponia, cuyos habitantes se denominan a sí mismos samis, y que habitan igualmente en la
parte norte de Noruega y Finlandia y en las regiones más noroccidentales de Rusia. La capital de Suecia es
Estocolmo y su lengua oficial el sueco, aunque el finés y el sami también se hablan, sobre todo en el norte.
La cristianización, a partir del siglo XI, se concreta en la creación del obispado de Lund, dependiente
primero del arzobispado germano de Bremen, pero convertido ya en el año 1104 en arzobispado metropolitano para toda Escandinavia. Esto facilita la consolidación de un estado sueco en la orilla norte
del mar Bático, que pronto va a comenzar una exitosa expansión hacia el noreste, conquistando los
territorios fineses durante las cruzadas bálticas, sobre todo en el siglo XIII.
Primera y la Segunda Guerras
Mundiales, aunque apoyó a Finlandia a defenderse de la tentativa de invasión soviética de 1940. La
neutralidad sueca se mantuvo también durante la Guerra Fría e incluso hoy en día Suecia no es miembro
de ningún tratado de alianza militar.
Debido a su posición geográfica marginal y a su escaso valor estratégico, la provincia romana de
Britania fue abandonada por el Imperio a principios del siglo V y la sociedad de la isla hubo de desarrollarse
de forma autónoma durante varias décadas antes de que la ola de los grandes desplazamientos
germanos le afectara al mismo tiempo que a las Galias.
El proceso de cristianización, más interesante,
cuenta con el atractivo casi único de mostrar la evolución de una sociedad cristiana preeuropea sobre
territorio europeo romanizado. La lucha por el control de la liturgia entre las iglesias irlandesa y romana,
resuelta tras el sínodo de Whitby en la Northumbria del siglo VII a favor de Roma, revela la trascendencia
de las redes eclesiásticas y administrativas tejidas desde el centro espiritual de Europa para la
consolidación de su unidad cultural.
Por ello, ni los normandos ni los angevinos forzaron ese proyecto de unidad de la isla más
allá del muro de Adriano y, en cambio, se volcaron en la eliminación, pronto lograda, de cualquier
resistencia celta en Gales.
Es muy probable que los historiadores de este
siglo XXI vayan disolviendo en meros matices las diferencias que distinguen el Imperio Zarista del siglo XIX
de la URSS del XX y esta, a su vez, de la Rusia del XXI, resaltando por el contrario sus cada vez más
evidentes elementos de continuidad como regímenes esencialmente imperialistas y dictatoriales. Sin
embargo, lo que nunca podrá soslayarse es el tremendo impacto que la creación en 1917 del primer estado
soviético europeo provocó en el resto del continente y sus profundas repercusiones sobre la evolución
histórica de la Humanidad.
Así, los
30 años transcurridos entre la muerte de Stalin y la llegada de Gorbachov apenas tienen interés desde el
punto de vista artístico y, de hecho, el escritor ruso más famoso de la época, Alexánder Solzhenitshyn,
tiene más importancia social, como testimonio de los crímenes del comunismo, que literaria.
El Reino Unido del siglo XVIII se caracterizó por sentar las bases de un control de las vías marítimas por
todo el mundo sobre el que sustentaría, en el siglo XIX, la formación de su imperio global. Durante esta
primera etapa la cultura británica continuó, como la del resto de Europa, dependiendo del desarrollo del
Clasicismo que procedía de Francia, de manera que, al menos durante la primera mitad del siglo, no
provienen de allí grandes innovaciones. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que ya a principios del XVIII
encontramos una novela tan trascendental como Robinson Crusoe. De hecho, el desarrollo de la novela
moderna fue la principal aportación británica a la cultura del continente en esa fase final de la Etapa
Clásica.
Sin embargo, hasta entonces, conscientes de su poderío, los británicos llegaron a
construir un sistema cultural innovador, al menos en forma embrionaria. No hay nada parecido al teatro
de Óscar Wilde, la poesía de Tennysson o las novelas de Stevenson en el resto de la cultura europea de
finales del siglo.
En
el ámbito lingüístico, Occitania se corresponde con otro sintagma, más habitual pero también más
impreciso, que es el de las “langues d´oc”, que designa a una subfamilia lingüística extendida por todo el
sur de Francia, parte de Suiza y el Piamonte italiano. Pero a su vez, “langue d´oc” dio origen ya en la Edad
Media a un topónimo administrativo y geográfico, el Languedoc, que, a grandes rasgos, se puede definir
como la región que tiene a Toulouse como capital.
En la parte más
occidental, se irá consolidando un poderoso conjunto feudal en torno a los dominios de los duques de
Aquitania, que, ya en el siglo XI, controlarán los territorios de lengua gascona y lemosina. En el otro lado
de los Pirineos, los condes de Barcelona irán dando forma también a un ambicioso proyecto político que
llegará a su máxima expansión a mediados del siglo XII cuando los ya reyes de Aragón gobiernen, más o
menos directamente, sobre casi toda la costa que se extiende desde Niza hasta Tortosa.
El inicio de la cruzada contra los cátaros, apoyados por el conde de
Tolosa, Raimundo VI, que, a su vez, buscó el apoyo del rey de Aragón, Pedro II, condujo a la batalla de
Muret, en el año 1213.
Creación del Estado Pontificio: La ocupación de la península por ostrogodos, bizantinos y lombardos,
además de una múltiple y variable fragmentación administrativa dio como resultado de mayor
trascendencia histórica la creación de una unidad política en el centro de la península dependiente
directamente del Papado.
Ocupación española: A partir del siglo XVI, la trascendencia que para el Imperio Hispánico tenía la
península itálica como vía de comunicación de sus dispersos territorios europeos, llevó a los Austrias
españoles a intentar controlar el compejo puzle italiano.
A mediados del siglo XIX el toscano era un poderoso elemento cultural de
prestigio y contaba con una larga trayectoria histórica, reconocida no solo en la propia Italia sino en toda
Europa. Pero era sobe todo una lengua de cultura que, fuera de la Toscana, se utilizaba para la
comunicación culta pero al mismo tiempo convivía con muchas otras variedades dialectales itálicas
coloquiales, algunas con una importante tradición literaria como el napolitano o el veneciano. Fue de
nuevo la procedencia extraitálica de los unificadores, carentes de una variedad lingüística de prestigio, lo
que favoreció la imposición del toscano como lengua nacional.
En la segunda mitad, pasado ya el peligro musulmán, Génova se alió con Pisa para
controlar Córcega y extender su dominio marítimo por el Mediterráneo occidental.
Crisis del Imperio Germánico. En la segunda mitad de ese mismo siglo fue en aumento el
enfrentamiento entre el Imperio y el Papado hasta llegar con Enrique IV y Gregorio VII a la Querella de las
Investiduras.
El enfrentamiento con Venecia, sin embargo, fue mucho más largo y costoso. En 1204, durante la IV
Cruzada, los venecianos consiguieron que el ejército cristiano conquistara Constantinopla, cediendo los
derechos comerciales del nuevo estado a la Serenísima. A su vez, Génova dio su apoyo al pretendiente
bizantino al trono del Imperio, Miguel VIII Paleólogo.
Con todo, en el siglo XVI Génova seguía siendo un atractivo aliado tanto para Francia como para España.
Aunque en principio Génova se había puesto al servicio de Francisco I, Carlos V consiguió llegar a un
acuerdo con el almirante Andrea Doria para que sus barcos formaran parte de la armada imperial y, a
partir de ese momento, Génova y Milán fueron las dos piezas fundamentales del poder imperial en el
norte de Italia. Además, la segunda mitad del siglo XVI conoció la expansión de los grandes banqueros
genoveses, que acabaron siendo el principal sostén económico de las empresas militares europeas de los
Austrias españoles, a cuenta de las remesas de plata americanas.
Etapa Clásica, es decir, los ducados de Ferrara y de
Módena, representan un punto de llegada, casi pintoresco por sus peculiaridades, de las grandes luchas
medievales por el poder entre Imperio y Papado en las llanuras del Po. Una única familia de origen
lombardo se hace con el poder simultáneamente de un ducado de origen imperial, Módena, y otro de
investidura papal, Ferrara, uniéndo ambos en un mismo estado sin solución de continuidad desde el mar
Tirreno hasta el Adriático.
En todos estos casos, a lo largo del siglo XV y XVI se produce la concentración de
poder en manos de una familia que consigue fraguar, siquiera sea temporalmente, un pequeño modelo
estatal navegando las turbulentas corrientes históricas de la lucha por la hegemonía europea entre
Francia y España.
De la
misma manera, para los Medici florentinos trabajarán no solo artistas de la talla de Donatello y Miguel
Ángel sino también científicos punteros como Galileo y para los Gonzaga en Mantua pintores de
vanguardia como Andrea Mantegna en el siglo XV, alguno de los mejores arquitectos clásicos como Giulio
Romano en el XVI e incluso el más renovador de los músicos de la época, Claudio Monteverdi, a finales de
esa misma centuria.
El desarrollo de este vínculo a distancia fue fundamental
para la creación de un ambiente cultural diferenciado pero, al mismo tiempo, al establecer diferencias con
el núcleo europeo, más tardío y menos productivo que en otros lugares de Europa y de la propia península
ibérica.
Es el caso de la obra de Gonzalo de Berceo,
ligada a la tradición mariana europea, y a los monasterios benedictinos, y la de don Juan Manuel, ya en el
siglo XIV, vinculada igualmente al desarrollo de la homilética dominica.
A partir del siglo XIV, Castilla pasa a ser una más de las pequeñas estructuras políticas del mosaico
europeo. En el contexto de la creación de las grandes universidades, fruto de la colaboración entre el
papado y los poderes regionales, Salamanca se convierte en la gran universidad de la península.
Y en el
siglo XV, la política de los Trastámara va a organizar el desarrollo conjunto de las coronas de Castilla y de
Aragón en torno a la idea de reconstrucción de la antigua unidad regional de la Hispania romana.
Como en las dos antologías anteriores,
cada una de las entradas incluye el nombre del autor y de su obra seleccionada, la lengua original del
texto, la región donde escribía el autor, el siglo y la época histórica a la que pertenecen autor y obra, la
etapa de la historia de la cultura europea en la que se incluyen, y, por último, el género y el subgénero
literario de esa obra concreta.
Como sucederá también en la Antología Mayor, los enlaces que se repiten reenvían a
las mismas páginas en todas las selecciones. Esta Antología Menor está pensada, sobre todo, como un
paso intermedio entre la Antología Esencial, de obras imprescindibles, y la Antología Mayor, caracterizada
por su exhaustividad representativa.
INFLUENCIAS lITERARIAS
Situamos este
momento en el siglo XVIII, en el que se empieza a pensar en el niño como en un ser autónomo con
necesidades educativas propias y, siguiendo de nuevo al mismo autor, se puede afirmar que no pueden
ser considerados como literatura infantil los libros didácticos cuyos orígenes se remontan hasta el siglo VI
d.C., aunque nos ocuparemos de estas obras como precedentes.
Antes del nacimiento de la literatura infantil como género autónomo, los niños se deleitaban con los
mismas obras que los adultos escuchaban y leían: poemas épicos, romances y literatura de cordel. Esto no
resulta extraño, ya que la literatura infantil también está relacionada con el folklore y la oralidad, cuyas
manifestaciones exigían del público una ingenuidad casi infantil y una credulidad sin límites para aceptar la
mezcla de lo natural y lo sobrenatural como algo cotidiano. Enzo Petrini, en su obra Estudio crítico de la
literatura juvenil, ha llegado a la conclusión de que la incorporación del folklore a la literatura infantil
reside sobre todo en lo "maravilloso" y en la interpretación ingenua de la realidad, donde lo transcendente
toma la apariencia de los extraordinario y lo mágico.
Durante la época Ilustrada, predominan las obras de carácter moral que unen el deleite con la enseñanza.
Este género deriva de las Las Fábulas de Lafontaine (1668), escritas para el Delfín, con lo que se inscriben
dentro de la tradición del regimiento de príncipes, "Ad usum delphini". También Fenelón escribe textos
pedagógicos para su discípulo, el nieto de Luis XIV. Lafontaine no es innovador en los temas, tomados de
Fedro y Esopo, sino en el tratamiento, ya que considera las fábulas como el género más adecuado para
que el niño distinga el bien del mal.
Dice odiar los libros y sólo salva el Robinson Crusoe por considerarlo
un tratado de educación natural pues quiere que el niño logre aprender todo por su experiencia, al igual
que Robinson, el cual va pasando por todos los estadios de la humanidad: logra el fuego, caza, pesca, curte
la piel, siembra y recolecta. Los viajes de Gulliver están inspirados en Luciano, El Atalante de Bacon y
Utopía de Moro. Ambos son libros de lectura simbólica y, sin embargo, Carmen Bravo Villasante ha visto en
la obra anteriormente citada cómo los niños despejan todo este simbolismo para reducirlo a un simple
cuento con el dinamismo de la acción y la invención.
Destaca en Dinamarca la figura de Hans Christian Andersen con Cuentos para niños (1835).
Perrault y los
Grimm recogieron la tradición oral, sin embargo Andersen, aunque se basa en ella, hace una obra más
personal, con mayor conciencia de autor, incluso encontramos algunos rasgos autobiográficos como el
hecho de que su madre fuera obligada a mendigar en su infancia y luego sobreviviera a duras penas como
lavandera.
Ejercen una gran influencia autores como Gianni Rodari con Cuentos por teléfono (1962),
Michael Ende con Momo (1973) y La historia interminable (1979), J.L. Sempé con la serie iniciada con El
pequeño Nicolás (1962) y Ángela Sommer-Bondenburg con la serie de El pequeño vampiro (1985).
Para acabar con este panorama, señalaremos que en Suiza, patria del personaje Heidi de Joahna Spyri y
país de gran tradición pedagógica, se crea, en 1954, el International Board on Books for Young People
(IBBY) que integra a escritores, ilustradores, libreros, pedagogos, etc.
Este organismo concede todos los
años la Medalla Andersen, que puede ser considerada como el premio Nobel de la Literatura Infantil, a un
escritor y a un ilustrador.
Todas estas recopilaciones serán bien conocidas por Federico García Lorca, como demostrará en sus
trabajos sobre la relación entre la literatura popular oral y la música, especialmente en su conferencias
sobre Las nanas infantiles.
En los años
treinta, autores como Sánchez Trincado y Rafael Olivares Figueroa en Poesia infantil recitable (1934)
demuestran lo cercanos que están los creadores de vanguardia (modernismo, ultraísmo, suprarrealismo)
a los intereses de la infancia, en su utilización libre del lenguaje.
Ya después de la guerra, grandes autoras, como Gloria Fuertes, centran la mayoría de su
producción en la infancia con Canciones para niños (1952) y Pirulí (Versos para párvulos en 1955). Otras
obras de poesía infantil de esa época son: El sol, la luna y las estrellas (1954) de Salvador de Madariaga y
Columpio de luna a sol (1952) de Pura Vázquez. A partir de los años sesenta encontramos
manifestaciones distintas a la sencilla y esquemática poesía infantil que utilizaba el verso octosílabo
propio de los romances y de los cuartetos, en obras como: Nana para domir muñecas (1963) de Julio
Alfredo Egea, Tarde de circo (1966) de Jaime Ferrán, La princesita de la sal (1967) de Mª Luisa Muñoz de
Buendía y Molino de papel de Elvira Lacaci (1968).
En España tuvimos buena muestra de ejemplarios, castigos y libros pedagógicos, que se escribieron en su
época pensando en los niños y en los adultos a la vez. La pedagogía y lo didáctico se desarrolla, bien a
través de colecciones de apólogos de clara raigambre oriental o bien a través de tratados pedagógicos.
Siguiendo esta misma tradición está el Libre de las besties de Ramón Llull
(1235-1315), que además escribió el Ars Puerilis y Proverbis de enseyement en dísticos, dedicado a la
educación de los niños, que contiene algunos trozos fabulísticos. También pertenece a la tradición del
apólogo y didáctico, El conde Lucanor o Libro de Patronio (1335), escrito por don Juan Manuel. En él
encontramos cincuenta apólogos, muchos de ellos de tradición oriental dirigidos a grandes y pequeños que
acaban con una moraleja en verso.
En 1876 se funda la editorial Calleja, que recoge cuentos inspirados en tradiciones populares con una ligera
intención instructiva y moral, y también los cuentos clásicos de Perrault, Grimm y Andersen. Sus libritos,
los famosos Cuentos de Calleja, son de formato pequeño, muy baratos e ilustrados con vivos colores.
Llegaron a hacerse tan conocidos que originan el dicho "Tienes más cuento que Calleja".
En la primera mitad del siglo XX destacan tres autores: Salvador Bartolozzi, Elena Fortún y
Antoniorrobles. Salvador Bartolozzi comienza a publicar, en la segunda etapa de la editorial Calleja, nuevas
aventuras de Pinocho (1917), ilustradas por él mismo. Su Pinocho es idealista y desinteresado y, como si de
un Quijote se tratara, tiene su contrapunto en el muñeco Chapete. El mismo autor también publicó varias
obras protagonizadas por Pipo y Pipa. Magda Donato y Manuel Abril colaboran con él en un intento de
dirigirse al niño auténtico para lo que cultivan una literatura del absurdo.
En la postguerra se trunca este panorama y se intenta usar la literatura en los dos bandos para
aleccionar ideológicamente a los niños. Muchos de los autores anteriores como Bartolozzi, Elena Fortún,
Magda Donato y Antoniorrobles parten al exilio, mientras que autoras conservadoras como Josefina
Bolinaga, Carmen Martel y Matilde Ras, entre otros, intentan ofrecer lecturas convenientes para el niño de
la nueva España.
El interés por el teatro infantil se manifiesta a principios de siglo en obras como: Farsa infantil de la
cabeza del dragón (1910) de Valle Inclán, o en los intentos de Jacinto de Benavente de conseguir "El Teatro
de los niños", en los que representaba obras de otros autores, como la citada de Valle o las de Sinesio
Delgado y Marquina, aunque no tuvo demasiado éxito. En los años treinta, Elena Fortún publicó teatro en
Gente Menuda que fue recogido posteriormente en 1942, en su Teatro para niños. Y también conoce su
época dorada un teatro que recibe aportaciones de los maestros como El lindo don Gato (1932?) de Casona
y La farándula niña (1929) de Fernando J. de Larra; Federico García Lorca con La niña que riega la albahaca
y el príncipe preguntón (1923), y Rafael Alberti con La pájara pinta (1932).
Tras la guerra civil, la labor teatral quedó truncada en buena medida, aunque encontramos a final de los
años cuarenta las representaciones de María Luisa Villardefrancos, con La princesa del salón secreto
(1949) y El príncipe que no tenía corazón (1949), y Juan Antonio de la Iglesia con El rey cobarde (1949).
También destaca la labor realizada por la Sección Femenina con varias publicaciones y la compañía "El
carro de la farándula", en la que colaboraba Carola Soler, además de la compañía "Teatro Nacional de Lope
de Rueda".
"Escuela española" se
ocupa en los años ochenta de obras como Las tres reinas magas (1979) de Gloria Fuertes o Pecas,
Dragoncín y el tesoro de Carmen Bravo Villasante. Últimamente ha destacado Luis Matilla con su Teatro
para armar y desarmar (1985) y La fiesta de los dragones (1986).
Historia Breve de Literatura
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