jueves, 17 de mayo de 2018

El Mercado Medieval de la Leal Villa de El Escorial



El Mercado Medieval de la Leal Villa de El Escorial 


Las ciudades del Occidente de Europa que estaban en decadencia desde la caída del Imperio Romano comienzan a resurgir a partir del siglo XI convirtiéndose en el motor de todos los cambios. 
Pero. “la ciudad” era ante todo un mercado en el que se intercambian todo tipo de productos, tanto con el entorno rural como con las ciudades próximas en los “mercados semanales” o “diarios”, pero sería el comercio a larga distancia, es decir las “Ferias”, las que permiten el crecimiento de grandes ciudades.
También tuvo una gran importancia en el desarrollo del comercio la “ganadería trashumante" que proporcionaba la lana para la industria textil.
En España destacaron las ferias de Medina del Campo (Valladolid). Floreció el comercio exterior a través de diferentes rutas.
La ruta del Mediterráneo permitió la llegada a Europa de mercancías de Oriente tales como: seda, especias, pieles, perfumes etc...
El mercado castellano se orientó a la venta de lana para la industria pañera de Flandes.
Con el desarrollo del Comercio se intensificó la “circulación monetaria” con diferentes monedas de oro y plata, que propició el nacimiento de la “banca”.


Actividades:
 Utilizando los libros de texto, enciclopedias o bibliografía específica del tema, realiza una síntesis del tema?Historia del Mercado Medieval?.
 Utilizando como ejemplo las preguntas siguientes, prepara para tus compañeros preguntas y respuestas sobre el mismo tema.
Podemos preguntarnos:
¿Cuál es la diferencia entre el mercado y la feria? 
La feria tiene una mayor duración.
 Tiene una reglamentación más completa.
 Mueve mayor volumen de mercancías y personas asistentes.
¿Qué productos compraban o vendían los mercaderes?
Cereales: trigo, cebada y centeno.
Vid, hortalizas, frutales y plantas industriales como el lino.


Los mejores mercados medievales de España
marzo 7, 2016 por Marcos
No son como una clase de historia en vivo, pero casi. Los mercados medievales nos trasladan a otras épocas, nos acercan la vida hace unos cuantos siglos, con sus artesanos, sus señores, sus damas, bufones e incluso brujas.
mercado medievalSon muchas las localidades españolas que a lo largo del año celebrar un mercado de este tipo, algunos de ellos cumplen décadas, otros son mucho más jóvenes. 
Los hay en grandes ciudades o en pequeños pueblos de entramado medieval. Sea donde sea, un mercado medieval siempre resulta una cita interesante donde se puede comprar infinidad de productos de artesanía y, también, excelentes viandas.
Vamos a recorrer algunos de los mercados medievales con más historia o con más encanto. Uno de los más veteranos es el del Álamo, que desde hace 14 años se celebra en esta localidad madrileña el primer fin de semana de mayo. 
Más que un mercado una auténtica feria que cada año congrega a miles de visitantes que pueden disfrutar, además de centenares de puestos, de un buen número de espectáculos.


Viajamos ahora a Sigüenza, una verdadera villa medieval que durante el segundo fin de semana de julio retrocede en el tiempo, hasta tal punto, que uno de sus atractivos es el denominado “asalto al castillo” todo un espectáculo.
También el segundo domingo, pero de mayo, Ibiza mira hacia otra época en su ya tradicional feria medieval. Decenas de tenderetes, caballeros, faquires, campesinos y artesanos se entremezclan para convertir el casco antiguo de la ciudad en una villa de otra época.
Otro clásico, el mercado medieval de Vic, que se celebra coincidiendo con el puente del día de la Constitución. La música, los puestos, los bailes y una recreación de los oficios medievales más importantes dan vida a esta cita anual.
Son solo algunos ejemplos, pero a lo largo y ancho de la geografía española son muchos los municipios, cada vez más, que celebran su propia feria medieval.
Mercados y ferias medievales turísticas en la geografía del antiguo condado de Castilla


En la zona geográfica que abarcó, en su mayor momento de expansión, el condado de Castilla se celebran hoy en día numerosas celebraciones con un marcado acento medieval: ferias, mercados y otros eventos se organizan cada año. En este artículo hacemos una breve relación de las ferias y mercados medievales clasificados por provincias. Y qué mehor modo de disfrutarlos que eligiendo entre alguno de estos disfraces medievales para sentir aún más la fiesta y retroceder en el tiempo.
Comenzamos por la comunidad autónoma de Cantabria. No es una zona con gran tradición de eventos medievales. Podemos mencionar el Mercado Medieval de Torrelavega ( último fin de semana de abril); el Festival y Mercado Medieval de Comillas (junio), durante el cual también se suele celebrar el festival de folclore Folkcomillas;  y el Mercado Medieval de Cartes (junio).


Ya dentro del País Vasco, en la colindante provincia de Vizcaya, existen multitud de eventos de temática medieval. En marzo se suelen celebrar en el Barrio de Astrabudua de Erandio, en la localidad de Baracaldo; en abril es el turno de los mercados medievales del Barrio de Irala en Bilbao. Es mayo el mes con mayor número de eventos: Gernika-Lumo, Balmaseda (uno de los más veteranos), el Mercado Medieval Solidario de Galdakao; en julio al de Ermua; en agosto podemos asistir al Mercado Medieval de Portugalete; y, por último, en octubre al Bermistorian en Bermeo. En Álava solo podemos citar el Mercado medieval de Labastida, en julio; y el celebrado en la capital, en Vitoria, en septiembre.


En La Rioja comienza la temporada con el Mercado Medieval de Nájera, en abril; en mayo continua con la Feria de las Tres Culturas en Cervera del Río Alhama; Agoncillo celebra en junio su Feria Medieval (mayo). En septiembre es el turno del Mercado Medieval del Kan de Vico en la localidad de Arnedo. Y cierra el año las Jornadas de Artesanía Medieval y Feria Medieval de Cornago (octubre).
Por último, dentro de la comunidad autónoma de Castilla y León son numerosos los eventos medievales aunque, por desgracia, no existe ninguno cuya temática sea el condado de Castilla o alguno de sus insignes personajes o acontecimiento. ¡Que algún ayuntamiento o colectivo tome nota!


Comenzando por la provincia de Burgos. En febrero se celebra el Mercado Medieval del barrio de Gamonal en Burgos; en mayo es el turno de la localidad de Miranda de Ebro. En junio se celebra el Fin de Semana de los Siete Infantes en la localidad de Salas de los Infantes; y en agosto el Mercado Medieval de Arcos de la Llana. El Cid protagoniza las Jornadas Cidianas de Vivar del Cid (julio), El Cid pasó por Huerta, en Huerta del Rey, en julio; y el Fin de Semana Cidiano, que se celebra en octubre en la capital burgalesa.
En Palencia no son muchos los eventos medievales. Las peculiares Jornadas Visigodas de San Juan de Baños se suelen celebrar en junio; el Mercado Medieval de Villamuriel de Cerrato en agosto; y en octubre el Acto de Exaltación del Fuero de Brañosera suele estar acompañado de una feria de artesanía y alimentos tradicionales.


En Valladolid destacan en mayo las Jornadas de Portillo Medieval y el Mercado Medieval de Peñafiel, acompañando a su desfile de la Historia. En octubre podemos acudir al Mercado Medieval y Fiesta de la Vendimia de Quintanilla de Onésimo; Ya en otoño, en octubre, se celebra el veterano Mercado Medieval de Tordesillas; y en noviembre se celebra un mercado medieval con motivo de la Donación de la Villa de Fresno el Viejo.
En la provincia de Segovia la temporada comienza con el Mercado Medieval de Cuéllar Mudéjar, en abril y el Mercado del Arrabal en el Barrio de San Lorenzo de la ciudad de Segovia (mayo). 


En  julio es el turno de la Feria del Arcipreste de Sotosalbos, del Mercado Medieval de Sanchonuño, de la veterana feria Ayllón Medieval y de la Feria de los Fueros en la insigne población de Sepúlveda. 
Por último en la provincia de Soria las ferias y mercados medievales abundan, sobre todo a partir de verano. Comienza en junio con la Feria Medieval de Golmayo. En agosto podemos acudir al Mercado Medieval de Berlanga de Duero, el Mercado Medieval de San Leonardo de Yagüe, el Mercado de las Tres Culturas en San Esteban de Gormaz y el Mercado Medieval de Medinaceli. Y en octubre se celebra el Mercado Medieval de Soria.


 MERCADOS MEDIEVALES

Trovadores, mercaderes, juglares, caballeros, doncellas... En muchos lugares de España, sobre todo en verano, estos personajes toman las calles durante varios días para trasladarte a la Edad Media. 
Por toda España encontrarás mercados medievales que recrean el ambiente, las tradiciones y los acontecimientos de aquella época. Algunos se han convertido ya en importantes citas festivas que atraen a multitud de visitantes.
En general, son eventos de carácter popular. La mayoría de los habitantes de la localidad participan en ellos con auténtica pasión: se visten de época, actúan en las representaciones de leyendas y batallas,
 preparan platos típicos medievales… Para contribuir a la ambientación, las calles se decoran con estandartes y banderolas, y el suelo se recubre de paja. 
Tampoco suelen faltar los pasacalles animados por músicos, titiriteros y juglares, para diversión de los niños.


 Algunos festivales también incluyen actividades como torneos de justas o exhibiciones de cetrería. Si, además, se celebran en ciudades y villas monumentales el resultado es espectacular.
El tiempo se te pasará volando mientras paseas por los tenderetes del mercado artesanal. Hallarás de todo: comida, cerámica, bisutería, adornos de cuero, juguetes de madera, etc. 

Podrás comprar una gran variedad de productos alimenticios elaborados de manera tradicional, desde especias y dulces, hasta pan, miel o queso. En los puestos de artesanía incluso podrás ver cómo trabajaban antiguamente los alfareros, herreros o carpinteros


                                            Historia Medieval   Trovadoras

Fue una pequeña élite de poetisas de la Edad Media, embriagadas por el amor cortés, la cultura y la escritura. Algunas llegaron a convertirse en las más respetadas de la corte de Alfonso X.
 Por primera vez, ellas se convertían en las amantes en lugar de las amadas, y ellos, aunque a veces también ellas para ellas, pasaban a convertirse en los amados, en los objetos de deseo.
Edad Media: un juglar canta a la domina los versos que su enamorado le ha dedicado... ¿Era así? La figura del trovador ha pasado a la historia como un icono de expresión lírica amorosa en la que el hombre poetizaba sobre las virtudes de su amada. Habría que matizar que lo que alababa, más bien, eran las virtudes de la esposa de otro hombre. En efecto, la poesía trovadoresca no trataba tanto de seducir a las mujeres a las que iba dirigida, la mayor parte de las veces casadas, sino de obtener el favor de su marido, el señor feudal, aunque estas teorías todavía siguen siendo muy debatidas.
Elogiar la hermosura y virtudes de la esposa era elogiar a su propietario, el marido. El poeta imaginaba en su dama, su domina, un dechado de virtudes, físicas y espirituales. La procedencia social del trovador variaba, ya que podía provenir del estrato más bajo y humilde, así como de los estratos más altos de la aristocracia. En cualquier caso, sus composiciones poéticas sólo tienen un público: la Corte. Y en la corte había que estar a bien con todos y labrarse una buena reputación, si uno quería medrar.


No era precisamente el arte de hacer rimas algo bajo, sino un talento muy admirado. Trovadores muy destacados fueron el mismísimo rey Alfonso X el Sabio, y otros poderosos señores feudales como Guillermo X de Poitiers, entre otros, quienes solían proteger a los que, como ellos, cultivaban este arte. Este proteccionismo, obviamente, obligaba de alguna manera a que estos artistas sirvieran con su poesía a los señores que les amparaban, por así decirlo. Como puede imaginarse, el propósito de un trovador no era el de robarle la esposa al señor, sino el de complacerle a través de ella, aunque no todos los críticos están de acuerdo con esta hipótesis. Ese amor, esa pasión vertida en letras y quebrantos a la señora, no era más que alabanza a su señor. Pero si en realidad era él, y no ella, el objeto de su interés, ¿por qué no escribirle a él? Es la pregunta que muchos podrían hacerse. Existen muchos factores que nos permitirían encontrar una explicación válida. En primer lugar, era la mujer, y no el hombre, la que tradicionalmente ocupaba el papel de objeto de deseo en la esfera cultural y literaria. Además, teniendo en cuenta que eran los hombres los que protagonizaban la escena artística, era normal que solamente se atendiese al discurso masculino en términos de lírica amorosa. Las voces poéticas femeninas en el continente europeo habían sido hasta la fecha muy escasas o una rareza que iba poco más allá de Safo.


Por otro lado, en los reinos cristianos de la península, como en buena parte del occidente cristiano, se asistía en el siglo XI al nacimiento del término sodomía, un concepto que sería utilizado como arma arrojadiza a la hora de distinguir, entre otras cuestiones, a los moros de los cristianos en pleno comienzo de la era de las Cruzadas. Ya lo constató Mark Jordan en su día: no hay ni rastro del término sodomía antes del siglo XI. Es un concepto artificial creado para juzgar, una invención del cristianismo occidental. Los moros estaban del lado del mal, del lado del Diablo, la lujuria, la lascivia, el placer del gozo por el gozo, el  forma explícita. En total, que sepamos, contamos con unas 20 mujeres trovadoras, aunque es probable que fueran más. Sin embargo, solamente se llegó a escribir una breve reseña biográfia de cinco de ellas, aunque es una cifra suficiente como para saber que se trataba de un fenómeno real y no de hombres escondidos bajo un pseudónimo femenino.


En el interior de los castillos, el amor cortés de las trobairitz se dirigía a los caballeros, a los trovadores y, en algunos casos, también, a otras mujeres. Nunca a sus maridos. Directas y sensuales en todo lo que escribían, si había un valor que apreciaban por encima de cualquier cosa, era la fidelidad, aunque destacaban sobremanera por su febrilidad y pasión a la hora de expresarse, según se desprende de la lectura de sus versos. La Comtessa de Dia (ss. XII y XIII), escribía sin pudor sobre su deseo de tener a su amado desnudo entre sus brazos: Como se puede apreciar, estas mujeres rechazaron el registro tradicional femenino, que sólo les permitía a las féminas escribir sobre cosas sacras; no sólo eso, sino que además invirtieron el discurso masculino de la canción trovadoresca, pasando de ser una dama a la que se reverenciaba y suplicaba amor, a ser ella misma una desesperada mendicante de amor y pasión.
El vasallaje amoroso se trastocó. Si cuando ellos cantaban, lo hacían dejando bien claro que ella era la domina y él un vasallo, cuando ellas tomaron la voz poética, decidieron llamar al objeto de sus anhelos caballero o amigo. Es decir, a él se le trataba de igual a igual, y al desaparecer esa barrera, se sintieron todavía más libres a la hora de expresar su afecto de forma más visible y sincera.
Las trobairitz escribían en lengua de oc (también conocida como lengua occitana), una antigua lengua romance que se hablaba en algunos lugares de Francia, Italia y España, principalmente. Vale la pena destacar que nuestro país es el único donde la lengua de oc tiene reconocimiento oficial, en su variedad autóctona catalana.


DE MUJER A MUJER: BIERIS DE ROMANS
Quizás una de las poetas que más han atraído la atención durante los últimos años, y sobre la que más chorros de tin- ta se han vertido, sea Bieris de Romans (s. XIII), quien dirigió sus versos a otra mujer, tal y como sigue: Mucho se ha especulado sobre si Bieris de Romans era lesbiana o no, aunque el marco histórico de misoginia medieval de corte católico no era indiferente, en ningún caso, a las manifestaciones homosexuales, ya que como hemos mencionado anteriormente, se consideraban un distintivo característico de los sarracenos, y todo lo que les concernía, era maligno. Pero esta campaña contra la sodomía, como dieron en llamarla, comenzó en la época de las Cruzadas, y no antes, así que es lógico pensar que hasta entonces, no había una barrera que explícitamente prohibiese la homosexualidad y, en última instancia, si los cristianos no la hubieran venido practicando, tampoco hubiera hecho falta ninguna medida de freno. Pero de hecho, sí que fue necesario frenar la homosexualidad, no sólo entre la población laica, sino también en la secular, especialmente dentro de los conventos.


De esta persecución no se salvaron ni las mujeres, que tradicionalmente habían sigo ignoradas hasta el punto de ignorar, igualmente, su posible lesbianismo, considerado como algo inimaginable, como si las mujeres no pudieran encontrar placer sexual alguno si no había un hombre por en medio. Pues bien, la gravedad de las circunstancias en la Edad Media en casos de lesbianismos hablaba por sí misma. La Iglesia tuvo que tomar serias cartas en el asunto en relación al lesbianismo de las monjas, por ejemplo. Los Concilios de París (1212) y Ruan (1214) prohibían a las monjas dormir juntas, a fi de evitar la tentación carnal entre ellas, así como dejar una luz encendida toda la noche para que nada pudiera esconderse de forma clandes- tina aprovechando el beneplácito de la nocturnidad y la alevosía.
La mayor fuente de pruebas de esta caza de brujas homosexuales en la Edad Media, la encontramos en los archivos eclesiásticos y jurídicos. Por otro lado, también conservamos pruebas escritas que constatan que algunas monjas tenían relaciones sexuales entre ellas, habida cuenta de las cartas de amor que se escribían. Lamentablemente, no son muchas las epístolas que conservamos de esta época, ya que al tratarse de relaciones clandestinas ferozmente perseguidas, estas misivas privadas se enviaban con sumo celo y secreto y en raras ocasiones lograron trascender el ámbito privado.


VOCES AHOGADAS
Kaplisch-Zuber las llamaba “voces ahogadas”, mientras que Régnier-Bohler las llamaba “voces prisioneras”. En ambos casos, resulta evidente que el calificativo no es casual, y las mujeres de la Edad Media tenían gigantescas barreras a la hora de tener acceso a la cultura, y aque- llas que tuvieron el privilegio de poder hacerlo, sólo pudieron expresarse bajo el pseudónimo del nombre de su marido. La limitación también se hacía extensiva a la temática. Las mujeres sólo podían escribir de cosas sacras, y en este caso puede que el ejemplo más relevante sea el de la monja y escritora valenciana sor Isabel de Villena (1430-1490), de finales de la Edad Media.
En el marco europeo, fueron personas como la francesa Chiristine de Pizan 1364-1430), quienes se la jugaron con libros como La Ciudad de las Damas, un auténtico relato de las hazañas heroicas de las mujeres considerado como un precursor del feminismo moderno. Eso sí, no sin antes pedir disculpas y deshacerse en excusas previas por el hecho de atreverse a escribir, siendo, como era, una mujer.


Estas pinceladas históricas, nos ayudan a entender un poco mejor el extraordinario valor de las trobairitz, quienes en su conjunto constituyen, sin lugar a dudas, uno de los diamantes más valiosos de nuestro acervo literario. No por casualidad, el rey más culto y apa- sionado por la sabiduría y .las artes de toda nuestra historia, Alfonso X El Sabio, admiraba a las trobairitz y en su corte, éstas ocupaban un lugar muy destacado, como lo fuera María la Balteira, auténtica musa de los trovadores castellanos de la corte Alfonsina.
También Catelloza o María de Ventadorm, abogando en sus poemas por la igualdad entre hombres y mujeres en el vínculo amoroso, llegarían a ser nombres muy conocidos. Al parecer, en un ambiente nobiliario en el que los matrimonios se concertaban a razón de los intereses socioeconómicos, el amor entre los esposos no venía incluido en esta transacción contractual, por eso algunas trovadoras, aprovecharon el vehículo lírico para manifestarse en contra de es- tas uniones de conveniencia. El ejemplo más llamativo lo encontraríamos en Marie de France, una trovadora francesa del siglo XII que entre sus múltiples te- máticas amorosas y fantásticas, también incluyó la de la denuncia abierta contra los matrimonios concertados.



Franqueando los umbrales de la escritura, no sin asumir importantes riesgos por ello, estas mujeres trataron de hacerse oír en un mundo y una época en el que debían estar calladas, y lo hicieron gracias a un hombre, o dos, o tres, o tal vez más… Sí, tal vez fueran pocos, pero su papel fue muy importante. Todos los hombres que las escucharon sin escandalizarse, todos los hombres que les aplaudieron el mérito, todos aquellos que las invitaron a seguir es- cribiendo, todos aquellos que a lo largo de la historia le han puesto la proa a la mujer, con el fin de que su barco pudiera llegar al destino de justa igualdad que otros hombres les negaron.


Historia de las Ciudades Medievales  Ciudad Medieval
El plano irregular 
 No tiene una forma definida, sino que posee una estructura caótica y anárquica, las calles no siguen un orden previo y se presentan desordenadas, siendo con frecuencia estrechas, sinuosas y retorcidas, generando una percepción del espacio similar a un laberinto. 
  Con frecuencia las calles ni siquiera mantienen una misma anchura a lo largo de su recorrido, variando también la altura de los edificios. Todo ello es consecuencia de la no existencia de una planificación o regulación en el proceso constructivo.
Este plano surgía, bien de forma natural, producto de un crecimiento orgánico, como ocurría en la mayoría de las ciudades medievales de la Europa cristiana, donde el burgo se adaptaba a la topografía existente; o bien como consecuencia de una forma concreta de concebir la sociedad y la vida familiar derivada de unos principios religiosos que marcaban el urbanismo, como ocurre durante el Islam medieval.



 En aquella época no existían medios de transporte modernos como los vehículos o tranvías que hubieran exigido una planificación de los espacio y una mayor amplitud de las calles, por otra parte la mayoría de las urbes estaban encerradas por una muralla, lo que propiciaba un trazado denso y apelmazado, en el que no había mucho lugar para los lugares abiertos y amplios, al tratarse de aprovechar el espacio al máximo.
En general, en la actualidad este plano irregular pervive en los cascos históricos de la mayoría de las ciudades europeas e islámicas e implica graves inconvenientes para el desenvolvimiento normal de la vida urbana, especialmente para el desarrollo del tráfico, ya que la estrechez de las vías y la ausencia de calles rectas, así como en ocasiones la conservación de la muralla, limita los desplazamientos y ayuda a congestionar la ciudad. Sin embargo, a nivel histórico y cultural, y sobre todo turístico, la conservación de tales ciudades resulta importante.


La villa medieval de Feurs (Francia). Miniatura del siglo XV.
La plaza del mercado y el palacio municipal, la catedral y la muralla
 con el castillo. Presentes todos los componentes del burgo medieval.
El dibujo nos muestra la estructura de la ciudad medieval.
El centro histórico de Siena es considerado la encarnación perfecta
 de una ciudad medieval. En él destacan la catedral y la torre del
 Palacio Público, situado en la hermosa Plaza del Campo.
Acerenza, en la Calabria italiana, es un típico enclave medieval.
 Asentado en una elevación a 800m de altura, se halla encerrado
 entre el río Bradano y el torrente Fiumarella.



La ciudad islámica
Con la expansión del Islam desde el Atlántico hasta el Indo, los árabes fueron fundando multitud de ciudades, marcadas todas por similares patrones. La mayoría de ellas se ajustaban a un plano irregular, no tanto por la falta de planificación y la tendencia al crecimiento orgánico propio de las ciudades cristianas, sino como producto de los principios religiosos y culturales que regían la nueva sociedad islámica en construcción. En primer lugar, supieron absorber buena parte de la arquitectura de las civilizaciones anteriores del Oriente Medio, como Egipto o Mesopotamia, de forma que los edificios se estructuraban a partir de recintos cerrados hacia los que miraban las construcciones: así ocurre en los palacios, las casas o las mezquitas, edificadas de espaldas al exterior. Además y por influencia religiosa, la sociedad islámica apostaba por el ámbito privado, y la vida familiar y urbana se retraía hacia el interior de esos espacios íntimos y personales. La existencia de sus habitantes transcurría en el interior de sus casas, no en la calle, porque el papel de la casa es central en la ciudad musulmana. Las viviendas solían ser de una sola planta, cerradas por terraza, siendo la ciudad un agregado de casas a las que se podía acceder a través de las calles. Estas eran simples corredores que unían dichos espacios habitables, especialmente estrechos -la regla de Mahoma era de siete pies de ancho-, intrincados, tortuosos y laberínticos, a veces cubiertos, convertidos en simples pasillos que conducen a las residencias, pero que son de difícil acceso y sin personalidad alguna, impidiendo la visión de conjunto y dificultando la orientación. Esta concepción de las calles conllevaba  la proliferación de adarves o callejones sin salida, cuya única misión era el acceso a las viviendas.


De hecho, y como consecuencia, ni siquiera existían espacios públicos abiertos como plazas o jardines, y tan solo el recinto de la mezquitas hacía las veces en este sentido, tocada generalmente por una enorme explanada interior. De hecho, el mismísimo  mercado o bazar se desarrollaba en las estrechas calles, estando a veces cubierto. La sensación de laberinto se acrecentaba porque, al revés que en la ciudad medieval cristiana, no existía un punto central del que partieran las principales calles: había lugares públicos de importancia como la mezquita o los baños, pero no eran determinantes en el desarrollo del trazado urbano.
Por todo ello, la trama urbana resultaba especialmente densa y compacta, rodeada por lo general por una muralla con insignes puertas de acceso, puertas que solían ser especialmente importantes a nivel urbanístico, convertidas en vestíbulos de entrada a la ciudad, que terminaban haciendo las veces de plaza. A un lado la medina, al otro los arrabales, los barrios situados fuera del recinto amurallado.




Mercado Medieval Villa de El Escorial

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